Las cacofonías y los vestigios de un presunto culpable
Alvaro Ugarte
El objeto parece haberse convertido en uno de los lugares más importantes para edificar la memoria. Es la prueba física de la existencia de lo ocurrido, y sobre él construimos discursos históricos y científicos, atribuyéndole valores simbólicos.
En 2016, Alvaro Ugarte tomó una serie de objetos de los basureros de la Cámara de Diputados de la Ciudad de México, a fin de comenzar una investigación muy cercana e íntima en torno a la figura de los políticos. Bolígrafos, impresoras, cables, sartenes, aretes, mancuernas, walkie-talkies, cd’s y rimels entre otras piezas fueron encontradas. Esta serie de despojos está inevitablemente dotada de una carga simbólica pues es el registro y la huella de lo que alguna vez fue usado por el órgano gubernamental encargado de deliberar y tomar decisiones que determinan el curso del país. Por ello, el valor exacerbado que se les atribuye, es retomado por el artista para acercarse a procesos, hábitos y rutinas que van desde lo personal hasta lo político.
De entre todo el material recopilado, Ugarte parece inclinar su investigación a los más de 30 cassettes que encontró y que contienen el audio de una serie de conferencias que sucedieron ahí mismo a lo largo del año 2009. La instalación contiene ocho cintas en movimiento que funcionan como dispositivos sonoros dispuestos alrededor de los demás vestigios. El artista decide alterar la grabación para borrar el contenido que comunica y deja tan sólo momentos accidentados del lenguaje o del cuerpo resultando en cacofonías discordantes: sonidos guturales, toses, risas, tartamudeos o aplausos. Con ello, realiza una crítica a la pérdida de sentido de las palabras y las promesas políticas al reemplazarlas por sonidos que no significa nada,
al igual que los discursos políticos.
Las cacofonías y los vestigios de un presunto culpable es un monumento a ruinas contemporáneas atravesadas por símbolos de poder. Propone un acercamiento desde lo residual; objetos utilizados y desechados por nuestros gobernantes que a su vez, dan cuenta de su cotidianidad y de las nimiedades de la vida oficinista llena de artefactos aburridos, insignificantes, pasajeros. A pesar de ser meramente desechos, son también depósitos de restos arqueológicos y antropológicos que revelan
signos y significados del ámbito político y que entendidos desde una perspectiva artística transmutan una vez más su valor. Después de todo, los objetos saben más de nosotros, que nosotros de ellos.
Helena Lugo