De la mula al avión
Calderón y Piñeros curaduria por Paula Duarte
Le Corbusier llegó a Bogotá en junio de 1947 invitado por Eduardo Zuleta Ángel, delegado del país sudamericano ante la Unión de Estados Americanos, con el fin de hacerlo participe en la idealización y trazado urbanístico de la capital, una ciudad en pleno crecimiento, medianamente segmentada y con un increíble potencial de desarrollo; “desde el avión se podrá descubrir de una mejor manera su futuro”, comentaba el arquitecto suizo-francés según las notas periodísticas de la época. El impacto que generó este primer acercamiento con la capital colombiana, fue plasmado en bocetos y estudios que posteriormente harían parte de un proyecto urbanístico fallido. En uno de ellos, Le Corbusier dibuja una mula de carga al lado de un avión, evidenciando el contraste entre la compleja realidad de un país agrícola, su rico pero complejo entorno rural y sus ínfulas de modernidad acelerada.
De ahí nace De la mula al avión, proyecto del colectivo conformado por Elkin Calderón y Diego Piñeros, quienes se apropian de esta anécdota de los cuarenta como recurso narrativo, que demuestra a pesar del paso del tiempo, las circunstancias de una realidad que aún nos aqueja y que compartimos con los países en supuestas vías de desarrollo, una connotación histórica-contextual y los cánones impuestos por la búsqueda del progreso.
Calderón y Piñeros han encontrado en el Douglas Commercial, DC3 –avión de pasajeros desarrollado en competencia al Boeing 247 en la primera mitad del S.XX– el constructo simbólico ideal para protagonizar la dicotomía. El avión actualmente es considerado un vejestorio, tanto así, que en Europa es un artículo de colección empleado únicamente para exhibiciones y conmemoraciones nacionales; mientras que en Colombia es un artilugio de primera necesidad, su vigencia dada a las recursivas maniobras de mantenimiento lo hacen aún, para algunas regiones del país, su único recurso de transporte de bienes y servicios.
Los paisajes geomórficos colombianos se caracterizan por ricos y enrevesados sistemas montañosos que dificultan el trazado de vías terrestres, que sumados a una larga y reconocida trayectoria de corrupción y abandono, han dejado en el limbo los proyectos de infraestructura vial, relegando de esta manera las posibilidades de derrama económica para ciertas comunidades del país. La mula ha sido siempre una aliada para ellos, un símbolo nacional de persistencia que se dispone alada cual heroína del campesinado colombiano para lograr transportar sus cosechas y su sustento económico.
Así pues, De la mula al avión más allá de la asincrónica contundencia de los métodos de transporte en contrapunteo constante, reitera la imperiosa necesidad de evidenciar los frágiles y obligados procesos a los que han sido lanzados nuestros países en la apabullante carrera por alcanzar la tan anhelada y utópica idea de los estándares de crecimiento económico, tan lejanos a nuestro medio, tan apáticos a nuestra historia y tan arraigados a las nociones capitalistas de occidente.
Paula Duarte